La transformación después de la riada
Una de las consecuencias de la tragedia de la riada fue la llegada de mano de obra y de ayudas económicas para la reconstrucción de Rubí. El gobierno franquista otorgó a la ciudad unos 50 millones de pesetas para las indemnizaciones a los familiares de las víctimas y otros 250 millones en obras a fondo perdido, unas cantidades fabulosas para la época.
Estos hechos, añadidos a la reactivación económica general de España y al crecimiento demográfico, propiciaron una fuerte aceleración en el crecimiento de la ciudad. Al incremento de las fábricas existentes se sumó la creación de nuevos polígonos industriales como Can Jardí, Cova Solera, etc… y la construcción de nuevas viviendas, como los pisos del 25 de Septiembre, donde fueron a vivir gran parte de los damnificados por la catástrofe.
La reconstrucción después de la riada y la acelerada industrialización, especialmente de los sectores metalúrgico y químico, propiciaron la llegada continua de inmigrantes de todo el Estado español, con los consecuentes problemas de vivienda y servicios. El crecimiento de aquellos años fue desmedido: en diez años, la población se duplicó y este hecho estuvo asociado a un déficit crónico de infraestructuras y vivienda arrastrada ya desde los años 40. En ese momento, viñedos y campos desaparecieron del paisaje rubinense y surgieron barrios como El Pinar y Les Torres. Bien entrada la década de los años 70 se empezaron a realizar una serie de obras públicas para paliar los déficits existentes en Rubí.