La comunidad de la muerte, con Josep Maria Aragay

Entre un encarnizado caníbal neoliberalismo y una fiebre neurótica y alienadora de la izquierda, las artes comunitarias —pero también la educación y la acción social— sufren una serie de infecciones que mantienen a todo el mundo en un lugar que creemos que es el nuestro.

En contra y en favor de los propios placeres y voluntades, y casi como una libreta para nuestro propio estudio, este material, único en su especie, es el intento cansado, vulnerable, incondicional y constante por llegar, sabiendo que es imposible, a un sitio que no existe y no puede existir.

Josep Maria Aragay Borràs, ajeno a las modas escriturales y discursivas de la academia y de pies a cabeza desmedido, elige mofarse de su propio relato, alejarse de los bienintencionados, llenarse la boca de invenciones o mentiras, utilizar el lenguaje del poder, así como convertirse en carroñero de pensamientos tan diversos como el anarquismo o la pedagogía sistémica, entre otros muchos, para obligarnos a ampliar nuestro punto de vista, abandonar nuestra performatividad o, al menos, si no somos capaces de las dos anteriores, obligarnos a preguntarnos.

A menudo torpe, a menudo brillante, y con una forma entre confusa y exquisita, este texto —al que el autor se niega a llamarle libro— no sólo hace importantes aportaciones a la cultura y al feminismo o la descolonalidad del siglo XXI, sino que es un precedente fundamental para la forma de divulgar y generar contenidos en torno a los procesos de desestabilización en los ámbitos social, educativo y cultural.